Masculinidades: Hembrismo (primera parte)
José Carlos Moreno // Columnista
Cada vez más, la idea de un concepto que ayude a comenzar a explicar una serie de ideas y apreciaciones que en conjunto o por separado podemos llamar violencia femenina, se hace necesaria y desde hace un tiempo se nos ha estado presentando con el nombre de hembrismo. Se trata de una palabra re significada por las necesidades de expresión, síntesis, y comunicación.
El término, en primera instancia, intenta hacer referencia al paralelismo que existe entre la violencia masculina, el machismo, y la femenina: hembrismo.
Resulta inútil mirar en la RAE (Real Academia de la Lengua Española) por una definición de hembrismo, como es de esperarse. Sin embargo al buscar machismo encontramos esto:
machismo.
1. m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
Es claro que la definición resulta escueta, más que incompleta. No se acerca casi nada a la complejidad y densidad del fenómeno del machismo. Sin embargo sí se necesita formular un concepto que defina el paralelismo (no lo idéntico) del comportamiento “prepotente” de las mujeres para con los varones. Esta búsqueda es necesaria no sólo para las nuevas masculinidades, si no para el feminismo mismo: La lucha feminista en virtud de sus logros alcanzados, no puede permitirse ser confundida con la violencia femenina, con el hembrismo. Términos como “feminazismo” son claro ejemplo de esta real confusión que surge ante la ausencia de un término más adecuado.
El hembrismo es la conducta violenta de la mujer hacia los varones o hacia otras mujeres . Se fundamenta en la idea y punto de partida de que la mujer es superior al hombre desde todas las dimensiones de humanas: en lo biológico, sostiene que elementos y funciones específicas de la mujer como la maternidad y el umbral al dolor que supone las convierten en el género superior; en lo social se parte de la idea de que la tiranía del patriarcado es reproducida por prácticamente cualquier varón y son por esto retrógradas; y en lo psicológico supone que la verdadera naturaleza de los varones es débil y dependiente, y estos por lo tanto en realidad buscan ser dominados. Son estos algunos de los argumentos que se podrían identificar detrás de un comportamiento hembrista.
El hembrismo se ve representado en todas las acciones cometidas por las mujeres contra los hombres por el solo hecho de serlo, y es este el principio paralelo fundamental por el cual el hembrismo debe ser considerado violencia de género; existen expresiones de violencia psicológica, patrimonial, sexual, discriminativa, y física. La dominación de lo masculino es el principal móvil para diversos fines de conveniencia que se pueden traducir en logros profesionales, adquisiciones materiales, un cambio favorable en el estatus quo, etc.
Bajo la excusa pública de la defensa del propio género y la propia libertad, el hembrismo es la forma de violencia femenina que mancha reputaciones, aliena varones de las sociedades, causa lesiones, depresiones, confina varones inocentes a la cárcel, y en los peores casos es detonante de decesos por suicidio o por acción directa de las mujeres.
En lo general, el sistema machista formula una paradoja al momento de la aplicación de la ley frente a casos de violencia hembrista doméstica: se olvida de la igualdad por dar preferencia y ventaja a la parte acusatoria femenina durante todo el proceso, pero sobre todo al principio. Esto es por el prejuicio que enfrenta de facto el varón inmiscuido en una relación violenta; se presupone que por el sólo hecho de ser varón, la violencia es exclusiva de él, y se presume que la mujer es incapaz de una violencia propia.
La paradoja reside en que la igualdad buscada por el feminismo original se trastoca en una expresión de manipulación de la culpa histórica y se convierte en un sucio reflejo de aquello contra lo que se luchaba: la ventaja de un género sobre le otro por el sólo hecho de tener tal o cual órgano sexual.
Entonces:
La necesidad de ir ubicando la violencia femenina se va haciendo más presente a medida que se van construyendo las nuevas masculinidades y nos acercamos un poco más a la utopía de la igualdad de género . Forma parte de la necesidad más amplia de reconocer los patrones de las diferentes formas de violencia humana y sus expresiones en la cultura y sociedad.
En México hacen falta los instrumentos para medir los impactos y las dinámicas del hembrismo, es lógico que sin las investigaciones necesarias el lenguaje no sea realmente inclusivo y se acepte violencia de género como únicamente la violencia ejercida contra las mujeres. No es de extrañar que así como al feminismo le costó trabajo descubrirse a través del objeto de su creación (el patriarcado y el machismo) a las masculinidades les cueste un trabajo similar identificar al hembrismo.
No es cierto que la dominación generalizada del patriarcado vuelve invulnerables a los hombres de la violencia femenina, se entiende que es por esta misma dominación que no se “necesitaba” estudiar esta violencia: la formula machista implicaba que la violencia femenina era un resquicio de su propia neurosis y no un fenómeno digno de ser estudiado. Hoy sabemos que es diferente.
En la segunda parte de este tema, revisaré algunos ejemplos socio-culturales concretos del caso mexicano, para ir dando cuenta de sus expresiones particulares. Así mismo propondré la antropología que considero adecuada para entender el fenómeno del hembrismo, el machismo, la violencia humana en general, y que permita vislumbrar el porqué de las facultades de violencia independientes al género, pero expresadas a través de este.
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http://lema.rae.es/drae/?val=Machismo
En la siguiente liga se encuentra una profundización congruente al respecto. Se trata de una petición por incluir el término “Hembrismo” a la RAE, argumentada por la feminista y tesista española de la Universidad de Alicante, Susana Lopéz-Varó: https://www.change.org/p/real-academia-espa%C3%B1ola-de-la-lengua-la-inclusi%C3%B3n-de-la-palabra-hembrismo-en-del-diccionario
En lo referente a la violencia contra otras mujeres, sin realmente ahondar todavía, podemos decir que el hembrismo les ataca cuando estas no se adhieren a los principios y las consecuentes conductas de las mujeres hembristas. Se les discrimina, aliena, crítica, y muchas veces se les ofende y violenta directamente. Podríamos decir que el hembrismo se mira a sí mismo como la “feminidad hegemónica”.
Vale apuntar, que el ideal de “igualdad de género” en virtud de su cualidad utópica es un referente que nos impulsa a avanzar, pero sería necio creer que se le alcanzará a la perfección dada la inherente imperfección que se imprime en casi todo lo humano. Luego también porque el concepto mismo de igualdad de género es y será un concepto en construcción: no es el mismo hace 40 años que ahora, su devenir histórico le ha ido depurando y dotando de complejidad y profundidad, así como de diferentes expresiones concretas (siempre en adaptación) que responden a las diferentes necesidades de las sociedades en donde se le busca.
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